Era la mañana del siguiente dia de la inauguración oficial de la Comunidad; me desperté con el sopor encajado en mi cabeza, con la sensación de juerga y licor. Teniendo en cuenta que no habíamos tomado alcohol de ninguna clase, supuse que podría ser la resaca emocional que naturalmente se genera por el nacimiento del proyecto.
Transcurrió la mañana en el intento de mejorar la sintomatología, las manos compañeras de Juan y los filtros para limpiar todo rastro de radiación no fueron suficientes pero ayudaron para ponerme en pie y dirigirme a visitar a J, quien se debatía entre este y el mundo del espírtu.
Haciendo literalmente "de tripas corazón" tomé el colectivo; es un esfuerzo grande cuando oscila el dolor de cabeza y el dia es caluroso. Bajé con la sensación de no ser capaz de llegar al subte que se encontraba dos cuadras más adelante; sentía que la cabeza iba a estallar. Logré llegar, entré en el pasadizo con las pastillas de aspirina en la mano esperando encontrarme un kiosko para comprar agua. El vagón más parecía un horno, abarrotado de gente presionando por entrar; logré hacerlo y, paradójicamente comencé a sentirme mejor. Pese al aire caliente, el sudor y el poco espacio mi repiración era mas ligera y el dolor menos intenso, la cabeza se despejaba y yo sentía volver a mi.
En medio del viaje me doy cuenta que tengo un mensaje en el celular, era un número conocido pero no registraba de quién, decía textualmente: "Dónde estás, estoy encerrado"; creí que era alguien de la comunidad que pudiera haberse quedado atrapado dentro, algo que no era muy viable habiendo quedado gente dentro cuando salí yo. Pregunté quién era y dónde estaba pero no obtuve respuesta, así que continué al hospital.
Fui directo a la unidad de transplantados de médula ósea, me encuentro con S, esposa de J quien me informa los cuidados que hay que tener para verlo; no son pocos evitando alguna complicación, así que, gorro y tapabocas como en los viejos tiempos de odontóloga, lavado doble de manos y entro.
Tomo la mano de J y le llamo por su nombre, intenta mirarme pero bajo los efectos de la morfina es dificil enfocar. No está claro qué pueda pasar, hasta el fin de semana anterior -era lunes cuando lo visité- no había esperanzas; sin embargo el sábado hubo un cambio y parecía que el transplante comenzaba a "pegar"; quedaban algunas complicaciones con el hígado y la vesícula biliar.
Ante él no supe qué hacer inicialmente, a pocos minutos sentí profundamente la prisión que el cuerpo genera al alma y después de un fuerte latido de mi corazón decidí invitarlo a ver la luz de su alma, a que siguiera sus señales y a que se liberara de su prisión. Salí del cuarto y me encuentro con la mirada de S preguntando: "qué va a pasar?". La respuesta era obvia "no sé", el alma se encargará, nosotros le acompañaremos a liberar su carga. Seguido ella me relata del mensaje errado que me envió desde el celular de J, era el mensaje que recibi mientras viajaba; era el mensaje desde el número de J que decía estar encerrado. No pude no emocionarme, lágrimas de conmoción interna. No sé si fue errado o el alma de él escribió a traves de ella, sólo sé que desde que supe de su estado crítico, sentí que debía ir a verlo, acompañarlo y Dios sabe qué más tendría que hacer; tal vez no lo haya hecho yo, pero segura estoy que mi alma si.
Esto me emociona hasta las entrañas, me confirma una vez más cómo obra a vida, nosotros somos simples instrumentos. Y como si fuese poco, esa mañana antes de salir a ver a J, tomé uno de los caramelos que estaban al lado de la puerta, los cuales contenían un mensaje, como la galletas de la fortuna; habían sido colocados como un recuerdo para quienes nos habían acompañado el día anterior.
Mi mensaje decía: "Emocionarse"
Intento abrazar el alma de J a través de estas líneas, agradezco a su alma permitirme estar allí y ser instrumento de la vida en este momento.